Esa es la cuestión
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Considerado el gran protagonista de la época, el EGO es mucho más que aquel vanidoso que todos llevamos dentro. A veces fashionista y otras tantas perfeccionista, ese oscuro pasajero controla más aspectos de nuestra personalidad de lo que normalmente creemos. Si lo tuyo es aquello de I can´t get no satisfaction, entonces tienes que leer esto.
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¿Quién es? ¿De dónde viene? ¿A dónde va? Con todo y que se trata de uno de los pilares del mundo contemporáneo, pocas veces cuestionamos su naturaleza. Odiado por muchos y venerado por otros tantos, lo cierto es que el ego es mucho más que aquel vanidoso insatisfecho que todos llevamos dentro.
Un poco de historia
Ego es la palabra en latín que significa yo. En psicología, el término se utiliza comúnmente para referirse a todas aquellas estrategias mentales de las que nos servimos para construirnos como individuos, aunque, ¡ojo!, ni somos precisamente nuestro ego, ni nuestro ego es completamente nuestro.
Su origen se remonta a los primeros intentos del hombre por formar grupos sociales que funcionaran mediante roles, provocando con esto el nacimiento de la personalidad, el desdoblamiento de la identidad y todas las estructuras mentales conocidas hasta la fecha, incluido el status quo, el poder y a últimas fechas el culto por el glamour, la fama y la adicción por el myspace.
Aunque no se sabe exactamente cuándo ni cómo surgió, su existencia ha servido no sólo para potenciar la industria del diván, sino también para construir a su alrededor una cultura que a la fecha tiene como valor fundamental el parecer muy por encima del ser. Y para muestra, ahí está la industria del espectáculo.
A través de los años, su definición ha estado vinculada con términos como alma, conciencia, psique e incluso cognición desarrollando con esto una cercana amistad con disciplinas como la filosofía, la psicología y más recientemente la pedagogía. El psicoanálisis, sin embargo, fue el detonante de su popularización.
Dr. Sigmund y Mr. Freud
De entre las, hoy en día, cuestionadísimas aportaciones que el Dr. Freud hizo al campo de la teoría psicosexual, la configuración de la mente o psique ha sido una de las más sustanciosas.
Veamos: en ella, Freud postuló la triada Id (ello), Ego (yo) y Superego (superyo) como unidad básica de la conciencia, considerando al ego como la entidad encargada de luchar contra la realidad y salvaguardar los intereses instintivos del Id (ello) y las normas morales del Superego (superyo) En pocas palabras, el ego sería ese Yo creado por la mente con todos los pensamientos y emociones autocomplacientes que se nos ponen enfrente.
Con todo y que en sus primeros escritos Freud comparó al ego con el sentido que tenemos sobre nosotros mismos, posteriormente otros psicoanalistas como Carl Gustav Jung o Jacques Lacan lo retrataron más bien como un conjunto de actividades de la mente que tenían como finalidad la defensa, el procesamiento de información, la memoria y el funcionamiento intelectual, por ejemplo.
“Se trata de la conciencia en su estado más puro”, afirmó Freud, para dedicarse después a analizar los tipos de personalidad provocados por su “mal funcionamiento”.
En adelante, el ego se consideraría como una ilusión de la que “nada se sabe”, inaugurándose así la era de los egoístas, jactanciosos, vanidosos, egocentristas, maliciosos, famosos, insatisfechos, glamorosos (y un largo etcétera) como objetos de estudio.
Yo soy quien soy …
Imaginemos que una mañana, la señora Madonna Louise Veronica Ciccone, despierta después de un sueño inquieto sorprendiéndose en su cama convertida en un monstruoso insecto.
“¿Qué me ha ocurrido?”, pensaría, aunque por más vueltas que diera sobre su propia figura no encontraría respuesta. La ausencia de su material girl interna le provocaría un shock tan tremendo que más valdría no pensar las consecuencias. Una vez perdidos los conceptos y referentes sobre sí misma, poco le queda.
El ego, más o menos, funciona de esa manera: identificándose con la forma de aquello que quisiéramos ser o tener, pero que en el fondo no somos ni tenemos; aferrándose a lo que nos creemos que somos. Al ego le gustan las cámaras, los aplausos, los halagos y detesta sobretodo que le ignoren, lo comparen, pero ama que lo sobrevaloren. De ahí su particular importancia.
I can´t get no satisfaction
Referenciado como el eterno insatisfecho, el ego es tan astuto que ha logrado posicionarse como el gran negocio de la época. Relacionado íntimamente con el deseo de poseer, la naturaleza profunda de nuestro amigo es nunca sentirse completo.
Sus frases favoritas suelen ser “quiero”, “necesito”, “tengo que tener”, “no es suficiente”, “demasiado gordo”, “demasiado flaco”, “demasiado bello”, “me lo merezco”, “soy tan…”, “mío, mío y solamente mío”. “soy tan especial” o en su defecto “quiero más”. Aquello de “inflarse el ego” no es ningún cuento chino. Para bien o para mal.
Conciente ¿o inconcientemente? de su naturaleza predadora, las industrias del espectáculo, la moda y con mayor fuerza la publicitaria construyen sus mensajes para que éste los capte y los transforme en necesidades de primero, segundo y hasta tercer orden y nos conduzca, si nos descuidamos, hasta el borde del delirio provocado por la permanente insatisfacción.
Y es que el lujo, el confort o la apariencia nunca salen sobrando. Sobretodo si estos realzan tu belleza, tu identidad, en su defecto, potencian tu personalidad.
Pero cuidado, una sobredosis de ego podría conducirte directo al infierno. Tener cuidado con lo que deseas (y de la fuerza con que lo deseas) nunca está de más.
Habla el gurú espiritual Eckhart Tolle: “El ego es un conglomerado de formas de pensamiento recurrentes y pautas mentales y emocionales condicionadas a las que conferimos un sentido del Yo. Su obsesión por la forma es tan fuerte que crea una ilusión de separación absoluta que puede convertir la realidad en una absoluta pesadilla”.
Actitudes como el hartazgo, el autosabotaje, la desconfiaza, el abuso de poder, el sufrimiento, el egoísmo, la adicción a la infelicidad, el narcisismo, la paranoia, el sentimiento de inferioridad e incluso la depresión, pueden también ser provocadas por una mala gestión del ego.
¿Ego colectivo?
Sí que sí. Una de las maneras con que el ego asegura su supervivencia es identificándose con un grupo que bien puede ser un equipo de fútbol, que un partido político, una empresa, institución, pandilla, club y hasta una nación (o un conjunto de ellas)
Un ego colectivo tiene básicamente las mismas características que un ego individual con la diferencia de que éste es más notorio sobretodo por los mecanismos de reconocimiento que se procura para poner sus límites, barreras o, en su defecto, fronteras.
Para ilustrar lo anterior, pongámonos como ejemplo. Más allá de su fuerte vínculo con los símbolos patrios, su vanidad camaleónica, su calidez con la cultura extranjera o su profunda pasión por la fiesta, el ego del mexicano se caracteriza por ser particularmente intenso: nada, dicen, más alegre que un mexicano alegre; pero nada más triste tampoco, que un mexicano triste. Un mexicano enojado, son palabras mayores. Sobretodo si el enojo se debe a que su naturaleza mexicana ha sido maltratada. Se trata, pues, de un ego bravío pero también sensible al aislamiento o al rechazo.
Ni muy muy ni tan tan
Por eso, como diría Tin Tán, lo mejor es que ni muy muy, ni tan tan. De ahí que disciplinas como la filosofía oriental, el budismo, el psicoanálisis y más recientemente el coaching actitudinal propongan un cambio de chip que le devuelva al mundo su dimensión original. Una dimensión donde la belleza o la felicidad no sean sinónimos de abandonarnos a lo irreal que supone todo lo que hasta aquí se ha dicho.
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Egos de colección
El de Jhon Lennnon: por aquello de “Los Beatles somos más famosos que Dios”.
El de Damien Hirst: “Vencí a la muerte con sólo unos kilos de diamantes”.
El de la Sra. Ciccone: ¡Vamos!, todos sabemos por qué.
El de Brad Pitt: sobretodo después de The Fight Club.
El de Adolf Hittler: que Dios no lo tenga en su gloria.
El de el Marqués de Sade: por su “soy la medida de todas las cosas”.
El de Sidharta Gautama, mejor conocido como Budha: por haber logrado quitárselo, colgarlo de un árbol y haber llegado al Nirvana.
¿De qué tamaño lo tengo?
Puedes saber que tu ego es demasiado grande cuando:
Intentas captar la atención hablando de tus logros, tus conocidos, tus viajes (o en su defecto de tus enfermedades)
Das tu opinión cuando nadie te la ha pedido.
Usas a la gente como espejo adulador.
Quieres impresionar a los otros a través de tus posesiones, conocimientos, aspecto físico, nivel social, fuerza física, etc.
Reaccionas con ira ante una situación que no te agrada del todo.
Te tomas las cosas demasiado en serio.
Crees que tú y sólo tú tienes la razón.
Quieres tener más amigos que nadie en el Facebook.
Te aferras en ser el más popular de la escena nocturna de tu ciudad.
No compras tu EGO porque crees que ya eres demasiado interesante como para perder el tiempo leyendo su ejemplar de aniversario.
Algunos himnos que le han hecho:
Ego, de Elton Jhon
“Inflate my ego gently, tell them heaven sent me
'Cause I'm so expressive and I'm so obsessed with my ego
My ego and it's message
Oh inform the press, invite the guests
I need the press tonight”...
A quien le importa, Alaska y Dinarama.
“Yo se que me critican
me consta que me odian
la envidia les corroe
mi vida les agobia”…
Ego tripping at the Gates of Hell, The Flaming Lips.
“I was wanting you to love me
But your love it never came
All the other love around me
Was just wasting all away
I must have been tripping
Was just wasting all away
Just ego tripping”...
Todos me miran, Gloria Trevi.
“Y todos me miran, me miran, me miran
porque sé que soy linda, porque todos me admiran
Y todos me miran, me miran, me miran
porque hago lo que pocos se atreverán”…
El ego según:
Carl Gustav Jung: Considerado uno de los analistas más interesantes Jung creía que “El Ego es el punto focal de la conciencia. Es el portador de nuestra conciencia consciente de existir, así como el sentimiento permanente de identidad personal. Es el organizador consciente de nuestros pensamientos e intuiciones, de nuestros sentimientos y sensaciones. Es el portador de la personalidad”.
Buda: Para Sidharta Gautama, mejor conocido como Buda, el Ego era “totalmente una ilusión”. Al igual que el deseo, Gautama consideró a la idea que tenemos de nosotros mismos como la fuente de todo malestar espiritual.
Jacques Lacan: Por su parte, el psiquiatra francés Jacques Lacan, conocido por su famosa “teoría del espejo” creía que el ego (o self, como él lo llamó) era más bien la imagen del otro reflejada sobre un semejante: “el yo es inicialmente otro. El sujeto se construye en y por otro de manera perfectamente corroborable creando una imagen altamente alienable”. De tal modo que aquello que creemos que somos en realidad no es sino la forma en cómo nos esmeramos por que los otros nos perciban. ¡Uuuufff!