De Calixto Bieito (Burgos, 1963) se ha dicho casi todo, salvo que sus montajes dejen indiferente al espectador. Catapultado a la escena internacional con su adaptación de la zarzuela La verbena de la Paloma en el festival de Edimburgo de 1997, su trabajo se caracteriza por tener como premisa la reinterpretación sistemática de prácticamente todas las ramas del arte para crear con ello espectáculos teatrales y operísticos de primer orden que lo mismo apuestan por autores actuales que redimensionan los clásicos del repertorio internacional.
Director artístico del Teatre Romea y de la Compañía Teatre Romea de Barcelona, el estilo de Bieito se define por unas puestas en escena plagadas de surrealismo y contemporaneidad que se han convertido en una firma personal donde la trilogía transgresión-reflexión-entretenimiento son la pauta. Su presencia en México para presentar la traducción a la ópera —que preparó junto con el músico Carles Santos y el dramaturgo Marc Rosich— del Tirant lo Blanc original de Joan Martorell, fue el contexto de esta charla.
¿Cómo surgió la idea del proyecto?
Hace tres años y medio, cuando estaba trabajando en Alemania, el Instituto Ramon Lull tuvo un acercamiento conmigo para decirme que sería increíble que montara un texto catalán para la Feria del Libro de Frankfurt del año pasado y la idea me pareció muy interesante. Luego de hacer una lista con todos los posibles títulos, me decanté por Tirant lo Blanc, ya que me parece una novela maravillosa que además de estar escrita en un catalán bellísimo, me ofrecía la oportunidad de hacer una versión libre donde pasado y presente pudieran confundirse.
¿Cuál fue la reacción del Instituto Ramon Llull cuando supo tu decisión?
Fue una gran sorpresa. El Tirant lo Blanc tiene unas mil 800 páginas y su complejidad discursiva se asemeja mucho a la del Quijote. Pese a todo, la adaptación estuvo lista tan solo en un año. En general hago más ópera que teatro, pero lo que queríamos Marc y yo con este proyecto era lograr un espectáculo concebido como una fiesta; como una pasarela en la que hubiera de todo: cine, teatro, ópera… Una suerte de homenaje a lo que significa, para nosotros, la esencia de la cultura mediterránea. He querido buscar toda la esencia festiva del original escrito por el caballero valenciano para convertirlo en una gran fiesta teatral; en una celebración del hombre en todo su esplendor pero también en toda su brutalidad y decadencia
¿Hubo algún reto en particular al afrontar el montaje?
He adaptado un par de novelas anteriormente y puedo decir que no intento ser didáctico en el proceso. Aunque en el espectáculo se trata gran parte del contenido de la novela, nunca es posible explicarlo todo. Para adaptar un texto a la ópera lo primero que debes hacer es olvidarte de que estás frente a una obra literaria para concentrarte en dar cuerpo a un espectáculo. Lo que tienen las artes escénicas es que generan experiencias únicas; irrepetibles. Tengo la sensación de que el hombre ha avanzado mucho tecnológicamente, pero no emocionalmente. Lo que cambia son las tecnologías, la moda, la estética, las maquinarias…
En ese sentido, ¿cuál es la aportación de tu Tirant lo Blanc?
Nuestros actores cantan, bailan, dicen los textos de una manera magnífica… No intentaba trasladar toda la novela al escenario. Y menos de una manera realista porque el realismo no es un estilo que se adapte mucho a la cultura mediterránea y mucho menos a mi manera de ver el teatro y el arte en general. Tengo una influencia tremenda de Goya, de Buñuel, de Dalí… Siempre intento emocionar y conseguir que alguien experimente una sensación única que después le lleve a la reflexión. Desde que el hombre decidió representar lo que le pasaba, el arte ha sido una forma de representar las emociones y los sentidos. Para este espectáculo decidí hacer algo totalmente imaginativo poniendo un énfasis muy marcado en el elemento fundamental de la novela: el placer.
¿El placer por el placer?
El placer por la fiesta, por beber, por matar, por fornicar…Mi Tirant es muy detallista en el sexo, pero mucho más en la muerte. Es una especie de ópera-retablo; una fiesta ritualista con grandes baños de sangre.
Supongo que la música es un elemento clave
Con Carles Santos casi no hablo porque con sólo mirarlo, sabe exactamente lo que estoy buscando. Estoy convencido de que Carles es uno de los grandes compositores europeos. Los procesos de creación con él son muy sencillos. Yo le dije “mira, queremos un tipo de opera-retablo con mucho énfasis en música religiosa y réquiems” y enseguida lo tuvo claro. Con Marc fue más largo todo porque era difícil encontrar un marco donde colocar el proyecto. A la hora de hacer una adaptación es muy importante saber dónde lo vas a poner: en qué espacio, con qué tipo de ropa… Soy una persona que traduce inmediatamente a lo visual. Si no lo hago me pierdo. Puedo estar hablando de conceptos cantidad de horas, pero necesito siempre traducir a la imagen. Con Tirant lo Blanc no empezamos a trabajar sino hasta llegar a la conclusión de que queríamos una mezcla entre pasarela de moda, ring y campo de batalla en el que se entremezclara el pasado con el presente. Algo que fuera de lo más dadaísta a lo más realista hasta llegar a lo operístico.
¿Dirías que esa es la esencia del original de Martorell?
Sí. Totalmente.
¿Cuál es el espíritu que priva en tu propuesta?
Muchos de los grandes autores han vivido el fin de una época. Martorell, quizás sin ser conciente de ello al cien por ciento, veía como se desmoronaban todos los valores de la época medieval para dar paso al renacimiento. Tirant adivina ese puente y lo que le sucede a nivel profundo es muy interesante. La idea central del montaje se desarrolla en un tiempo que está cambiando y en el cual los personajes no saben a dónde van. Me gustaba mucho imaginarme a un Tirant con armadura por las calles de Barcelona o delante de una tienda de Gucci viendo con sorpresa los coches y temiendo que le atropellaran.
¿En qué cree?
En nada. Sólo desde la nada puedes crear una nueva espiritualidad; una nueva experiencia. Toda la idea del montaje se sitúa en la imaginación de una organista ciega, amante de Tirant, que a la vez que lee el libro en braile, se emociona imaginando las escenas.
Ha llamado la atención el purismo del lenguaje que se usa en la adaptación del Tirant…
Lo que pasa es que creo mucho más en el sonido y la sensualidad de las palabras que en su significado. El original de Martorell es sobretodo musical. Tras muchas lecturas, llegué a la conclusión de que el autor no intentaba que entendieras una historia, sino más bien seducir al lector con el lenguaje. Y en eso nos hemos concentrado bastante.