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El pornógrafo Zombi: entrevista exclusiva con Bruce LaBruce

Reconocido en el mundo del cine como el enfant terrible del Queercore, Bruce LaBruce ha vuelto al celuloide. De visita en Barcelona para inaugurar Blowback —la expo de foto en la Antigua Casa Haiku que sirvió de guiño a la promoción en España de Otto, or Up with Dead People, su más reciente filme presentado en el reciente Festival de Sitges— el controvertido realizador refrendó su compromiso con el arte como instrumento político y su ferviente debilidad por la provocación. La historia de Bruce LaBruce (Canadá, 1964) encarna, hasta cierto punto, la historia del lado más radical de la contracultura de la segunda mitad del siglo XX.

                                          
 

 Disidente tajante tanto del gay mainstream como del movimiento punk de mediados de los setenta, LaBruce ha construido su obra lo mismo desde la escritura, que desde la fotografía, pero sobretodo desde el cine. Comparado por la crítica con Warhol o Fassbinder, por ejemplo, su trabajo se caracteriza por una fuerza visual atípica que se sirve de la pornografía y el concepto de violencia para dar soporte a un discurso que refuta los convencionalismos tanto sexuales como ideológicos de la época.

 La potencia simbólica y estética de sus imágenes; sus recurrentes guiños al homoerotismo; su desgarradora capacidad para girar los estereotipos, así como la naturalidad con la que husmea en la condición humana, hacen de su propuesta una de las más desafiantes y desestabilizadoras de la creación contemporánea. Obras como No Skin of my Ass (1991), Hustler White (1996) y más recientemente The Raspberry Reich (2004) son solo una muestra. Otto, ur Up With Dead People, su más reciente filme estrenado apenas este año significa un parteaguas en su carrera.



                                                 
Es la primera vez que tratas el tema de la melancolía como punto central de un largometraje.

Bueno… Creo que es un momento romántico de mi carrera en el que estoy incluyendo la melancolía en mis películas e incluso en mi fotografía, aún a sabiendas de que hacer un filme melancólico de naturaleza contemplativa y sensitiva es muy impopular. Siento que estoy en una etapa de fetichismo por lo extremadamente romántico o lo extremadamente melancólico y lo intento llevar a mi obra, pero siempre con el objetivo muy firme de hacer una aproximación inusual del tema. La gran tentación para mucha gente cuando intenta retratar situaciones profundas del ser humano es hacer algo o muy dramático o muy obvio y lo que yo quiero hacer se aleja de todo esto, apostando por una visión más humana; más emocional. La historia de Otto…, por ejemplo, se centra en un chico que cree que está muerto y que es un zombi. Un chico muy sensible a todas las cosas horribles que suceden a su alrededor y cuya visión va muy en contra de un mundo que él encuentra demasiado violento, cruel y tortuoso. 

¿Otro filme autobiográfico? 

 Yo creo que sí. Otto, en el fondo, es una reflexión sobre el tiempo que nos ha tocado vivir. Con esta película me di cuenta de muchas cosas sobre mí mismo. Por un lado Otto, el chico gay que se siente zombi, es una reflexión de cómo me sentía cuando yo era un adolescente y veía todo de manera muy cruel e incluso hostil y que, de alguna manera, es un estado por el que pasan muchas personas hoy en día. Por otro lado, Medea, la directora de cine porno que encuentra en Otto al personaje perfecto para su nuevo documental sobre el tema, es muy política y muy fuerte. Su constitución emocional es reflejo de mi postura frente al arte y la vida hoy en día. Creo que en el fondo, el papel del artista cobra sentido cuando toma una postura política respecto de toda esa violencia que tiene y que percibe a su alrededor. Pero para hacer arte tienes que ser fuerte para examinar, y si puedes, cambiar todo aquello que no te gusta. ¡Eso es por lo que yo soy artista!

Esa postura es, precisamente, la que ha hecho que te comparen con Fassbinder o Warhol …

Supongo que siempre es un halago que hagan ese tipo de compmaraciones sobretodo porque tengo mucho respeto por sus trabajos, que al igual que los de de Passolini o Jack Smith, fueron parte importante de un movimiento político muy marxista y divertido que dictó en gran medida el progreso del arte.

¿Marxista?


Bueno, lo digo por Passollini o Smith que eran totalmente anticapitalistas. La idea que tenían del capitalismo era la de un sistema dominado por los blancos, un sistema que clasificaba a la gente en niveles de clase, pero dejando fuera a los artistas, los negros, los homosexuales y las mujeres. Todo su trabajo se concentró en reflexionar, desde la imagen, fuertemente sobre ello.

¿Podríamos decir que es éste el punto de arranque de tu obra?


El punto de arranque de mi trabajo se sitúa siempre en llamar la atención de manera visual y de la forma más obvia posible. En un nivel muy básico, lo que me interesa es explorar los tabúes que siempre han sido importantes para mí. Creo que todo artista tiene como principal cometido explorar territorios que en principio le han sido prohibidos, aunque eso sea lo que ha hecho que mis películas sean tan underground. Tengo como premisa poner siempre algo en mis películas que haga que sea imposible que las programen en la televisión; algo que las haga diferentes de cualquier otro producto comercial. Y es que si como realizador no traspasas ciertos límites, es muy posible que de pronto te encuentres haciendo una película más de bajo presupuesto que podría estar mucho mejor hecha por la industria de Hollywood. Me parece muy triste que todos los estudios americanos de cine independiente hayan dejado de hacer cosas propositivas para uniformarse y convertirse en más de lo mismo.

En qué pensabas cuando hacías Otto… ¿A qué querías llegar?


Quería desarrollar una manera estética de abordar cosas horribles. Me concentré en tratar de desarrollar una sensibilidad distinta y para llegar a ello estuve viendo muchas caricaturas como las de Edward Gorey. Mi planteamiento era llegar a una idea romántica de trabajar con la muerte.

¿Veías mucho porno durante el proceso?


No, realmente. Nunca he sido un gran fan del porno. La industria del porno actualmente no hace cosas que me agraden mucho, Me gustaba mucho el porno de los 60 y 70 porque tenia una vena mucho más artística. Durante la década de los noventa creo que el porno empezó a ser obsoleto porque ya existían los soportes para que cada quien hiciera su propio porno. De hecho me gusta mucho más el porno amateur. Actualmente el porno gay, es mucho más extremo. Hay mucho más espectáculo, aunque puede llegar a ser disgustante. Lo curioso es que eso es lo que vende. Yo, personalmente, lo encuentro muy aburrido porque no hay un sentido cinematográfico detrás. Es sólo como filmar un deporte extremo.

En ese sentido, qué significa el cine para ti.


Para mí el cine tiene que ser algo personal para que sea auténtico. Creo que si no tienes algo interesante que decir, lo mejor es no hacerlo. En mi caso, por ejemplo, se trata del medio de expresión más personal que he conocido hasta ahora.

Durante los últimos años, tus filmes regularmente son presentados en festivales donde el público no es muy asiduo al porno. ¿Resulta esto tan divertido como parece desde fuera?


Lo que ha pasado con Otto y mi filme anterior es muy extraño porque fueron películas de muy bajo presupuesto presentadas en festivales muy exitosos. Esto ha sido muy sorpresivo para todo el equipo ya que éstas fueron hechas con presupuestos súper bajos. Supongo que la razón por la cual han programado mis películas en este tipo de festivales es porque en el fondo son muy apasionadas, políticas, transgresivas y porque en el fondo me burlo lo mismo de las posturas izquierda como de las de derecha. Otto, por ejemplo, ha sido programada en un montón de festivales de cine gay, festivales de cine independiente, festivales de cine fantástico por aquello de los zombis e incluso en grandes festivales internacionales.

¿La industria del cine está cambiando?


Detecto que sí. Antes creía que era sólo yo el que cambiaba, pero ahora veo que también la industria está cambiando. Pienso, por ejemplo, en el Sundance Festival, que es el festival más grande de cine independiente y que, pese a programar excelentes filmes de autor, últimamente seleccionan sólo aquellos trabajos que tengan potencial de mercado. Y es que de no hacerlo, corren el peligro de colapsar. Como creador, esto te pone ciertos retos porque de querer ser mostrado tal cual eres tienes que ser o muy genial o tener cierto tipo de contactos porque de otro modo existen muy pocos sitios donde tu trabajo pueda ser mostrado. En los 60 o 70 esto no pasaba porque había miles de cines alrededor del mundo que mostraban trabajo político de autores como Fassbinder o Passolini.

¿Cuál fue el presupuesto para Otto?


Fue muy bajo, pero probablemente ha sido mi presupuesto más grande desde que hago cine. 7 u 8 millones de dólares que en realidad son nada para hacer una película.

¿En que trabajas ahora?


Estoy escribiendo un par de cosas. No me gustaría hablar mucho de ello, pero estoy en proceso de escribir un nuevo guión que tratará sobre otro chico que tiene prácticas sexuales no permitidas. Además estoy trabajando en teatro nuevamente, lo cual me tiene muy contento porque podré volver a trabajar en Berlín.

 En la sinopsis oficial que hacías de Otto… decías que se trataba de un filme sobre “la soledad, el vacío y la alienación”. ¿A qué te referías, exactamente?

Me refería a los estados hacia los cuales te conduce el capitalismo. Aunque el arte sea una manifestación más del sistema. Hoy día los artistas más exitosos parece que son los que explotan esa fascinación generalizada por la muerte. Tengo la certeza de que la muerte es la nueva pornografía. Ahí está Damien Hirst,para que lo diga. Lo que pretendía con Otto era justamente hacer una crítica tanto a esta tendencia del arte como a las tendencias del sistema que te llevan a perder la voluntad y a comportarte como un autómata que sólo sabe comprar y comprar.

¿Crees que algún día las cosas van a cambiar?


Creo que el capitalismo sedujo tanto al mundo que todos terminamos volviéndonos absolutamente materialistas, pero también creo que esto pronto cambiará y no por convicción propia, sino porque las circunstancias del sistema lo van a provocar.




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