Versión completa del artículo, en el número de febrero 2009 de la revista Art.Es
A principios del diciembre pasado, la Sicardi Gallery de Houston, Texas inauguró Blind Lines del artista mexicano Gabriel de la Mora (Colima, México 1968), refrendando con ello, su particular interés por el conceptualismo contemporáneo producido en, y por creadores originarios de, Latinoamérica.
Diseñados por el artista como un giro evolutivo a la línea sobre la cual ha venido trabajando desde su incursión en la escena, los contenidos de la exposición significaron una mutación interesante en su propuesta estética: donde antes hubo predominio de la figura, ahora encontramos abstracción, pero sobretodo una particular fijación por los procesos que dan origen a una obra que, en pro de la experimentación, transversaliza las nociones y técnicas existentes alrededor de la escultura, fotografía, instalación, pintura y video.
Perteneciente a esa generación de conceptualistas mexicanos, de entre cuyas filas han destacado Pablo Helguera, Carlos Amorales, Pablo Vargas Lugo, Damián Ortega, Teresa Margolles o Gabriel Orozco, para mencionar sólo a unos cuantos, de la Mora acaparó a últimas fechas la atención internacional a raíz no sólo de su puntillosa serie de retratos con pelo humano, sino también a raíz de Brújula de Cuestiones (Galería OMR, Ciudad de México, 2007), acaso el proyecto expositivo más importante de su carrera hasta la fecha y mediante el cual el artista vuelve a poner sobre su mesa de trabajo el recurrente problema de los opuestos: lo bello y lo siniestro; lo bueno y lo malo; la presencia y la ausencia; lo vivo y lo muerto; lo efímero y lo eterno…, todo esto desdoblado hasta su última consecuencia con la intención de extraer de ahí un elemento profundamente visual y profundamente energético con el cual dotar a cada una de sus piezas: “Para mí el arte es un equilibrio entre el aspecto formal, intelectual y energético.
El primer impacto con cualquier obra de arte por más conceptual que ésta sea, siempre será visual. Una vez satisfecho con el aspecto técnico y formal de la pieza, es importante tener algo más fuerte detrás y me refiero a la idea y la parte intelectual o conceptual de la obra; que sea una pieza que además te deje pensando. Una pieza que es únicamente formal o conceptual no me interesa tanto como algo que une estos dos principios, agregándole además un tercer elemento que es la energía. Como paralelo a un enunciado clásico de la física newtoniana actualmente mi definición de arte es la siguiente: El arte no se crea ni se destruye, sólo se transforma”.
Quien asiste al trabajo de Gabriel de la Mora, asiste también a una suerte de blind date con lo etéreo . Configurado según sus obsesiones más personales, su concepto de arte se reproduce en medio de una suerte de laboratorio fáustico donde el artista pone a prueba el misteryum tremendum del acto creativo para devolverlo después vuelto principio, pero sobretodo conocimiento. Todas sus piezas, series o proyectos de exposiciones, son planteadas para manifestarse y hacer manifiesto ese “algo” que de antemano no estamos percibiendo. De ahí ese carácter alquímico que resopla su producción entera. Y aquí cedo la palabra a Lásló F. Földenyi: “Toda obra de arte importante es utópica porque despliega la nada que acecha en el aquí y ahora; de ahí la tristeza y desolación que emanan de todas las obras modernas significativas” .
Su esfuerzo casi metódico por alcanzar una meta que se intuye “espiritual”, nos habla de un sistema creativo donde la unicidad y la fragilidad son cosa seria. Obras paradigmáticas de su producción como “Autorretrato en sopa de letras” (2002), “El Manumiso” (2007), “1951-G.M.25-1992” (2007), “Memoria I” , “Memoria II” y “Memoria III, 24.10.07” (2007) o más recientemente sus autorretratos con sangre, sus “papeles quedamos” o sus pinturas hechas por invidentes —presentados por primera vez en el contexto de Blind lines—, son una muestra.
Pero, hacia dónde va Gabriel de la Mora: “Después de cerrar la serie de Brújula de cuestiones, quise dejar la figura a un lado y concentrarme en la abstracción, el proceso, los materiales y la experimentación. Con la serie de papeles quemados, por ejemplo, la intención fue hacer un dibujo en donde no hiciera yo directamente nada a la pieza, que no hubiera un control de mi parte y que fuera un proceso o método fugaz, instantáneo, sin tener que invertir una cantidad de horas trabajando en la obra. Quería que fuera lo mas mínimo en muchos sentidos tan solo utilizando un papel tamaño carta en blanco y fuego”.
Si con sus retratos de pelo de la Mora había demostrado que se pueden reinventar las fronteras entre dibujo y escultura, con sus series recientes el artista apuesta por dos líneas de investigación, principalmente: el monocromatismo y la metamorfosis inducida en los procesos. En definitiva, un creador al que habrá que seguirle la pista.