La noche que conocí a Sito Mújica íbamos de inauguración. Habíamos cruzado ya varias palabras, compartido aficiones, algunos secretos y cuando fue necesario entrar en detalles sobre los roles dentro de la escena del arte, se aproximó para decirme, con ese aire de aristócrata bohemio que le caracteriza: “soy un ladrón”. Y le creí.
Me dijo también que su obra era un constante homenaje; que le fascinaban la mitología contemporánea y su carácter iconoclasta; que hacía lo que hacía porque sencillamente no podía hacer otra cosa; que era amante de lo simple… y en ese afán por justificarlo todo, llegamos a la conclusión de que el siglo XXI sería del apropiacionismo o difícilmente sería.
El tiempo parece otorgarnos la razón. Al menos cuando hablamos de su trabajo. Reconocido en la escena por esa plataforma de producción atípica bautizada como “Copiadas”, el trabajo de Sito ha sorprendido a la audiencia lo mismo por la aparente simplicidad de su objetivo que por la exquisitez de la técnica que le da forma.
De manera casi camaleónica, su obra pasa por la de un experimentado voyeur que deja constancia de todo aquello que mira a través de esa cerradura que para él significa la producción de fotógrafos de la talla de Paul Sepuya, David Youngs, Paco y Manolo o Hedi Slimane para mencionar sólo unos cuantos. Pero eso es sólo el principio; la punta de un iceberg, cuya parte más profunda evidencia las fibras de binomios tan inquietantes como la “fascinación/atracción”, lo “simple/sencillo” o la “razón/intuición”.
Y es que, digámoslo claro, la producción de Sito Mújica más que un típico sistema de reinterpretación es un “sistema de excreción” que da cause a las pasiones más personales de un autor que conmovido por la belleza de la producción ajena, renuncia a su propio ego como artista para “rehacer” aquello que le excita con la peculiaridad de que en el proceso, la imagen tal cual fue concebida, cambia de lenguaje; se vuelve mutante; materia prima para el arte.
El arte no reproduce lo visible, hace visible
Paul Klee
Me dijo también que su obra era un constante homenaje; que le fascinaban la mitología contemporánea y su carácter iconoclasta; que hacía lo que hacía porque sencillamente no podía hacer otra cosa; que era amante de lo simple… y en ese afán por justificarlo todo, llegamos a la conclusión de que el siglo XXI sería del apropiacionismo o difícilmente sería.
El tiempo parece otorgarnos la razón. Al menos cuando hablamos de su trabajo. Reconocido en la escena por esa plataforma de producción atípica bautizada como “Copiadas”, el trabajo de Sito ha sorprendido a la audiencia lo mismo por la aparente simplicidad de su objetivo que por la exquisitez de la técnica que le da forma.
De manera casi camaleónica, su obra pasa por la de un experimentado voyeur que deja constancia de todo aquello que mira a través de esa cerradura que para él significa la producción de fotógrafos de la talla de Paul Sepuya, David Youngs, Paco y Manolo o Hedi Slimane para mencionar sólo unos cuantos. Pero eso es sólo el principio; la punta de un iceberg, cuya parte más profunda evidencia las fibras de binomios tan inquietantes como la “fascinación/atracción”, lo “simple/sencillo” o la “razón/intuición”.
Y es que, digámoslo claro, la producción de Sito Mújica más que un típico sistema de reinterpretación es un “sistema de excreción” que da cause a las pasiones más personales de un autor que conmovido por la belleza de la producción ajena, renuncia a su propio ego como artista para “rehacer” aquello que le excita con la peculiaridad de que en el proceso, la imagen tal cual fue concebida, cambia de lenguaje; se vuelve mutante; materia prima para el arte.