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Terence Koh: The Two Headed Beast of Contemporary Art


Catapultado a la fama vía su, hoy extinto, alter ego cibernético Asian Punk Boy, Koh ha encontrado en la yuxtaposición de lo bello, lo escatológico, lo erótico y lo siniestro una marca distintiva que ha hecho de su trabajo un muestrario de sensibilidades personales que además de condensar en un solo corpus creativo la decadencia personal y el espíritu de la época; reposiciona el hálito gótico en tiempos de especulación y asepsia conceptual.




             Foto: "Snow Black", 2007.



Terence Koh (Beijing, 1977) es uno de los artistas contemporáneos a los que el vertiginoso mercado del arte ha puesto, en tiempo récord (2003, fue el año de su primera individual), en lugar preferencial dentro de ese olimpo de los creadores vivos más exitosos del momento.

Heredero de una simbiosis cultural más bien accidentada (nacido en China, criado en Canadá por padres adoptivos franco-canadienses y con sede actual en Nueva York), lo de Koh es una suerte de caleidoscopio intimista que, por su carácter sincrético, destila la esencia creativa de personajes de la talla de Warhol, Beuys, Duchamp, Manzoni, Kusama, Hirst o LaBruce, para mencionar sólo algunas referencias a su producción.

Apoyado en prácticamente todas las disciplinas plásticas, el trabajo de Koh significa en sí mismo un universo de significados alterados que bajo un somero análisis discursivo, establece la fragilidad y la ironía como principales caldos de cultivo. De ahí la sencillez, elegancia y sutileza en cada una de sus piezas por lo regular monocromáticas, efectistas y, las más de las veces, perturbadoras.

Y es que discernir entre la vida del artista y su producción es complicado. Con innumerables referencias a la cultura pop, la religión cristiana, la infancia perdida, el porno gay, la disidencia queer, Terence Koh establece relaciones anárquicas con la cultura del lujo para demostrar que es de la memoria, el fetichismo, el placer, el dolor, el amor, la violencia, la pérdida y la muerte de donde brota su concepto de arte: “De pequeño, siempre disfruté asistir a los funerales asiáticos. Lo que más amaba es que cuando alguien moría, tenías que usar ropa negra durante catorce días para después cambiar al blanco el día de la cremación. Creo que en realidad esto fue lo que más ha influido mi pasión por los tonos monocromáticos que empleo siempre en mi trabajo”, confesaría alguna vez en entrevista.

Autodenominado como la “Naomi Campbell del mundo del arte”, la vida de Koh estaría incompleta sin el factor mediático. Acostumbrado al escándalo autorreferencial (el artista ha sido sujeto de numerosos señalamientos tanto por sus relaciones amorosas con personajes del mundo del arte como por la utilización de materiales escatológicos como semen y excremento en algunas de sus piezas), la obra de Koh dialoga con el ideario religioso internacional y las buenas costumbres con la finalidad de evidenciar una moral más bien apócrifa e indigna de los tiempos que corren.

Pero eso no es todo. Referenciado como el “caballero oscuro del romanticismo contemporáneo”, el también autor de kohbunny.com ha incursionado recientemente en el mundo del diseño y la representación de artistas, otorgando a su producción un valor de uso que, en términos financieros, lo coloca en el top de los artistas-empresarios con mejor performance en la escena.

Primero con United Bamboo, luego con ASS (Asian Song Society, su propio estudio-galería de artistas asiáticos en el Chinatown de NY) y a finales del año pasado con Converse reinterpretando las famosas zapatillas para celebrar los primeros 100 años de la marca, el artista refrenda su natural sensibilidad para instalarse en el mindware de la audiencia. Y es que como el mismo diría: “soy una bestia de dos cabezas que ama el dinero. Y dos cabezas son siempre más difíciles de matar”.



 

Convocado para formar parte del proyecto Converse 1HUND(RED) Artists (promovido por Bono de U2 para promover la lucha contra el SIDA en Africa), su participación ha sido una extensión más de su obra que desde el pasado noviembre puede ser adquirida por unos 100 Euros.

Blancas en su totalidad y tan irreales como muchas de sus piezas, estas zapatillas le han valido al artista tanto críticas acérrimas (el New York Magazine lo ha tildado de “Young Punk Capitalist”) como celebraciones que lo sitúan nuevamente en la mira de fans, coleccionistas y curadores que no dejan de plantear retrospectivas tipo la del MUSAC, España llevada a cabo el año pasado. Una señal de que con tan sólo 33 años el artista lo ha hecho prácticamente todo y que habrá de seguírsele de cerca.





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