Conformado por cerca de un centenar de poemas producidos, aparentemente, en diferentes momentos de su vida, "Todo el Universo es Poesía" de Juan Berruezo (Almería, 1933), es un libro de autor que ha entrado en escena para dejar constancia de una empresa poética de largo aliento que, sin más pretensión que legitimarse a sí misma poniéndose al servicio de la experiencia del lector, no sólo comparte algunos de los momentos más álgidos en la vida del poeta, sino que también evidencia una búsqueda estilística sin tregua que lectura tras lectura deja claro que es en la exhaltación del espíritu, la celebración del lenguaje y la custodia de lo esencial en que radican sus motivaciones primarias: su razón de ser.
Si la poesía es al poeta lo que su aullido es al lobo, la lírica de Berruezo florece como un pimpollo melancólico que tras el invierno de la búsqueda interior, sigue paciente los rayos del sol para, llegado el momento, mostrarse furtivamente en todo su esplendor bajo la premisa de 'cantarle hondo' a prácticamente todo su universo: el campo, las flores, los pájaros, la mente, el sexo, el humor, la Guerra Civil Española, la ciudad, el día, la noche, "Andalucía, Cataluña, los avances tecnológicos, la vida, la muerte de los seres queridos, la belleza, pero sobre todo al amor y su eterna condición de irrealizable: "No se lo que veo en mi infortunio / que todo lo que hay a mi lado me enamora / que quisiera retener pero no puedo / se me escapa y cual el agua se evapora".
Psiconauta por excelencia, el imaginario del poeta se ha nutrido de prácticamente todo para devolvérnoslo hecho poema. Albacea de la tradición poética barroca española, sus poemas recuerdan a Lope, Góngora y Quevedo, pero sobre todo a Sor Juana Inés de la Cruz o a la paráfrasis mística de Santa Teresa de Ávila: "Vine a la vida naciendo / conocí la vida aprendiendo / viví la vida sufriendo / y quiero vivir muriendo".
Heredero directo del cante andaluz (y me atrevería a decir que también del cante jondo), la poética de Berruezo no deja títere con cabeza. En ella retoza, sin embargo, una primavera literal y metafórica que hace abrirse hasta al plexo solar más reticente a través de una manifestación de la palabra que inyecta a su paso toda su pasión, pero descarnada: "La primavera que todo lo embellece / cuando la vida revive y el viejo no envejece ... soy piedra en el fondo desgarrada / y despojo entre bruma abrumadora".
Discreta, pero enfáticamente "Todo el Universo es Poesía" (editado por Arpa, Comte D'aure) deja claras dos verdades ya sabidas: que la palabra es su casa y que desde ésta espía cada movimiento de la vida. Para eternizarlo en el cuerpo del poema.